Lo conocí en la antigua carretera
nacional de Barcelona, a las afueras de Alcalá de Henares. Mientras
hacía tiempo me senté a la sombra de un chopo arrugado que había sobrevivido a
la ampliación del carril de servicio, a leer un libro, que llevaba siempre en mi
bolsa de plástico de El Corte Inglés. De vez en cuando levantaba la cabeza y
empequeñecía mis ojos para mirar al sol un segundo. Al volver al papel las
páginas se llenaban de esquirlas verdes y amarillas que jugueteaban sin sentido
con las palabras. Escuché un ruido detrás de mí y me giré. Se acercaba alguien
con andar cansino. Guardé el libro y me coloqué el cuello de la camisa. Cuando
se paró a mi altura me saludó y me preguntó si podía sentarse a descansar un
rato. Dije que sí y le hice un hueco a mi lado retirando la bolsa. Estuvo
unos minutos sin decir nada y lo observé de reojo. Era extraño pero no me
preocupaba. No podría decir ahora cómo era su rostro porque la luz era muy intensa y hubiera sido una descortesía por mi
parte ponerme la mano como visera y mirarlo fijamente a la cara. Vestía
totalmente de negro, pantalones, camisa, botas
y un guardapolvos que a mi entender era exagerado
para la temperatura que había. Lo primero que dijo fue que no tuviera miedo y que
por favor no le mirara a la cara. Continuó diciendo que agradecía el gesto
después de lo que había pasado entre nosotros. Un escalofrío recorrió mi cuerpo
pero no era la primera vez que me pasaba. Quise preguntarle pero me frenó con un
gesto elegante de su mano para continuar hablando. Sólo unos segundos,
después me iré. Mi nombre es Anakin y
nací en Tatooine. He servido como Jedi recorriendo galaxias y he tenido un
poder inimaginable para cualquier ser
humano sirviendo al emperador Palpatine. He defendido La República y el lado
oscuro. La luz y la oscuridad me han enseñado. Ambas son necesarias para el
equilibrio. Su voz serena viajaba hasta mis oídos y producía un eco
metálico en mi pecho. Le costaba respirar e inclinó la cabeza. Ahora
necesito oír tus palabras para concederme el perdón y el descanso. No sabía
qué hacer ni qué decirle. Todo era extraño pero no sentía miedo. Le cogí de la
mano sin mirarlo y en aquella carretera ardiente de mediodía susurré: si es lo que buscas yo te
perdono Anakin y que la fuerza te acompañe. Un Ford Escort negro se detuvo a
nuestra altura, llevaba la ventana bajada y la música de Camela invadió el
lugar. Solté su mano y me acerqué al conductor. Hablamos unos segundos, dudé y
miré a Anakin, pero ya no estaba. Me subí al coche y por el retrovisor lo vi
alejarse. Mientras la Estrella de la Muerte aceleraba apoyé la cabeza en el
asiento y me alisé la falda.
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6 comentarios:
Hola, qué alegría leerte por aquí.
Un abrazo.
un abrazo para ti, MARISA
Me encantò mucho el final inesperado de este relato.Bellsima la narrativa y optimo el post.Un abrazo.Maria Z.
Gracias María Z. Un abrazo
No sé por qué al enviar las gracias sale anónimo. Soy yo. ¨¨oscar
Me pregunto hacia dónde se dirigirán ahora los pasos de Anakin.
Un placer leerte. Saludos.
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