Cuando atrapaba lagartijas, para medirlas y mal dibujarlas en
una libreta, esquivando las pegajosas siestas de agosto y poseído por esos
viernes de Félix Rodríguez de la Fuente, no imaginaba ni por asomo que vivía en
un país que siempre había estado en guerra consigo mismo. Un país que
arrastraba una historia de desastres, cainita y farandulero, casi siempre
gobernado por seres mediocres, sin altura política, quijotescos, goyescos y
bandolerescos.
En mi casa nos
alimentábamos de silencio, porque mi padre viajaba de noche y dormía de día y
mi madre no tenía fuerzas para hablar, porque trabajaba veinticuatro horas
diarias y besaba a sus cinco hijos con la mirada. Entonces empecé a leer, en
silencio, para abrir todas mis ventanas. La infancia se escapaba por los
párrafos y la verdad y la mentira luchaban para titular el final de cada libro.
Había más preguntas y más repuestas cuando mis padres retiraban los muebles del
salón para poder escenificar obras con un grupo que dirigían. Hacía poco tiempo
que había muerto uno de los hombres más crueles de nuestra historia, un
dictador que representaba todo aquello que más se puede odiar en el mundo. En
mi casa, como en muchas otras, la sonrisa de la libertad se hizo un hueco
presagiando que por fin este país podría estar a la altura de un pueblo
malherido pero con ansias de vivir. Ha pasado poco tiempo para que otra
dictadura sin rostro nos oprima. Nuestro enemigo no tiene un cuerpo que abatir,
es silencioso, como un cáncer que llena de metástasis a seres mediocres y
perversos para humillarnos y despojarnos de todo aquello que consiguieron otros
pagando más que con su vida. Nuestro enemigo tiene el corazón de ceniza y sus
podridos acólitos nos engañan cada cuatro años. Su trabajo es amasar fortunas
para disfrutar de un poder infinito, son
verdaderos psicópatas, cercanos a ese dios poideroso y castigador, que está en cada átomo y
que todo lo ve y todo lo juzga, tan cercanos como esa iglesia corrupta y
mentirosa. Sigo leyendo y preguntándome y no añoro la ignorancia de la
infancia. En todo caso lloro y respiro hondo, grito desde la afonía impuesta y
escribo para defenderme. Y me repito, todos los días, que lucharé con todas mis
fuerzas, desde el milímetro de mi existencia, para que este enemigo y sus
herederos no le roben ni la infancia ni el futuro a mi hija. Y lo haré convencido,
hasta las últimas consecuencias.
3 comentarios:
“La Profecía Maya dice que nuestro mundo de odio y materialismo terminará el 21 DE DICIEMBRE DE 2012, que para ese día la humanidad deberá escoger entre desaparecer como especie pensante que amenaza con destruir el planeta o evolucionar hacia la integración armónica con todo el Universo, comprendiendo que todo está vivo y consciente, que somos parte de ese todo y que podemos existir en una nueva Era de luz.”
No sé cómo se producirá el final de los tiempos, tiempos en los que seguimos siendo primates, sólo que con un ipod en el bolsillo, en los que 160GB se han convertido en nuestro álter ego. Ambiciosos, imbuidos por la competencia envidiosa, adocenados por la moda o el gurú del momento. Amantes de la masa borreguil.
Evolucionar hacia la integración armónica con todo el Universo será toda una aventura.
Un saludo.
Me encantò tu post,muchas veces el silencio tiene un limite,y es que nadie tiene el derecho de robar y pisotear la infancia de los seres humanos,y hace bien en expresarte de èste modo.Optimo post.
En la licuadora de nuestra lucha las más de las veces se resuelve mucho por sí solo al aparecer nuevas mentalidades que nos van difuminando hasta parecer personajes de fotografía sepia en comparación con la digital.
O sea con inmensa carga de obsolescencia.
Incurrimos en el error de creernos eternos.
¿Quienes hoy se preocupan por la problemática del cavernícola?
Meramente algunos curiosos.
Los tiempos solos desaparecieron todo éso,igual que a los dinosaurios.
Históricamente seguimos aquí.
Cada generación con nuevos villanos y nuevos opositores.
Hasta que llegue una que organice en forma permanente que no pueda existir un regimen todopoderoso,sino de servidores.
Mientras tanto,todo avanza.
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