viernes, 13 de febrero de 2009

MARÍA

Gime y grita en su
hiperbólica cama,
siempre en desventaja
con el dolor que obsesionado
la visita, fiel,
cada seis horas.
Para calmar los dardos invisibles
necesita un viaje a la infancia
y libar con violencia
una piruleta de morfina.
Cerca no hay tiovivos,
sólo una noria descarrilada
que retuerce los hierros de su cuerpo.
Cuando vuelve en sí
intenta alargar las horas
con algún cigarrillo,
esperando su turno al borde
de la pista de los coches de choque.

5 comentarios:

Óscar Santos Payán dijo...

Gracias a todos. Un abrazo y espero volver pronto para estar con todos.

PEPE dijo...

Sin palabras.

Un abrazo grande amigo.

Creo que ya deambula por la calle, de nuevo, un bigote de largos trazos.

Marisa Peña dijo...

Otro abrazo emocionado para ti...

el lector dijo...

Un abrazo, amigo.

La peor de todas dijo...

Primera visita y me has conmovido. Seguiré expectante tus pasos.
M.