Los domingos despertaban
con la voz de un hombre:
¡Chatarrero! ¡Chatarrero!
No sabía, entonces,
que hablaba de los huesos,
de la piel que se abandona.
No sabía nada
de ese augurio,
grito profético anunciando
que la vida se va
dejando un proyector de dudas
y un vehículo para el desguace.
lunes, 31 de mayo de 2010
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2 comentarios:
Ese vehículo poco a poco perderá sus inicios hasta llegar a convertirse en Universo...
Es un poema magnífico, como todo el concepto.
¡Un abrazo!
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