jueves, 11 de abril de 2013

SANGRE, DOLOR Y MUERTE


Deben ser las seis horas diarias de radio, ese Olimpo desde donde se divisa con suficiencia a los simples mortales. Es lo que tiene el micrófono, altar y parapeto para poder decir lo que a uno le venga en gana sin nadie que nos frene ¿Se imaginan que cada español tuviera un programa de radio? No, es sólo para los elegidos, que en vez de informar escupen discursos y soflamas para enaltecer a quien les paga. En muchos casos esa actitud les lleva a la arrogancia y chulería, que acaba convirtiéndose en tontuna rancia, a estar por encima del bien y del mal, a dictar sentencias. Eso es lo que le ha pasado al sevillano radiofónico Carlos Herrera. Se le han subido a la cabeza las faenas, siendo un tipo mediocre y no habiendo cortado ni una sola oreja en su engominada vida.

Y todo esto viene a colación de un pregón, a su medida, que el señorito andaluz dio en el teatro Lope de Vega de Sevilla, para la apertura de la feria taurina, y que al parecer le confía, desconozco si todos los años, la Real Maestranza. En este pregón, el matador de las ondas debió sentirse tan a gusto, jaleado y crecido, defendiendo el “noble” arte de la Tauromaquia, que decidió faltar el respeto e insultar a todos aquellos que no lo defienden y que están en contra de su postura. Eso sí, sin enemigo presente, un gesto muy torero. Y fueron insultos gruesos que no voy repetir aquí pero que pueden leer en el diariodesevilla.es. Qué culto e inteligente el afamado periodista, el insulto como defensa.

Mire don Carlos, yo nací en Salamanca, por suerte o por desgracia. Tierra de toros y encinas. Viví muy de cerca el mundo del toro, de hecho mi abuelo fue presidente, muchos años, de la peña de Santiago Martín “El Viti” y amigo íntimo de éste. Por cierto, mi abuelo dijo siempre que su Curro Romero no le llegaba ni a la suela de la manoletina a Su Majestad (No se me enfade, son cosas de Castilla)  Viví capeas y becerradas, naturales y verónicas, y también me cegaba el brillo de la luz del sol jugueteando con los alamares. Viví ese campo y esa belleza de la que hablan. Y fui creciendo, creciendo don Carlos. Dándome cuenta de que tenía sentimientos contradictorios, porque donde me parecía ver belleza empezaba a ver dolor, crueldad y muerte. Dolor, crueldad y muerte. Lo repito en el texto no como juego literario, es para explicarme bien y que usted lo entienda. Sé que el debate es más profundo por muchos motivos, pero cualquier persona sensible y con sentido común no estaría nunca de su parte. Habrá que esperar a que la mayoría decida, esas son las reglas, aunque venimos de donde venimos y a muchos se les ha quedado el tufo de esa España tan gris, rancia, católica y taurina, que por cierto, este gobierno parece recuperar a marchas forzadas.

Donde ustedes ven belleza y arte ancestral hay sangre, dolor y muerte. Y si para que haya belleza hace falta ser cruel que se muera su belleza.
En fin, siga usted siendo tan altivo, arrogante y maleducado, es una combinación perfecta para la educación de los niños.

4 comentarios:

Amando García Nuño dijo...

Sin entrar en lo concreto del ya largo debate, comento con absoluta alineación a tu parecer, la actitud prepotente, vanidosa y chulesca de la mayoría de los periodistas conocidos.
Hemos consentido una casta de personajes de dudoso nivel cultural y moral, que pontifican desde sus micros y -creyéndose sucursales de Dios en las ondas- nos dicen (nos gritan, para ser más exactos) lo que tenemos que hacer. Carlitos es uno más, no el único desgraciadamente. Como periodista titulado, no ejerciente, solo puedo sentir vergüenza por el colectivo.

Bueno, al menos me ha servido para conocer tu blog. Un abrazo.

Unknown dijo...

Maravilloso. Sólo un apunte, creo, salvo error por mi parte, que este talento patrio es de Almería, o al menos oriundo. La caspa tambièn cae por aquí a menudo. Un besazo.

Telesforo dijo...

Me parece formidable defender la vida de los animales de una forma pacífica. Pero me gustaría, sólo es un deseo, que los que así lo hacéis pusierais el mismo empeño en defender la vida de los no nacidos. Sí, un feto, pero más humano que cualquier toro o cualquier perro apaleado.
Solamente en esas circunstancias me convenceréis de vuestra auténtica y clara opción por LA VIDA. y os apoyaré en vuestra defensa de la vida animal.

Marisa dijo...

Quien ha ido a una corrida de toros, sabe que la belleza del evento es más que cuestionable. El olor de la sangre que cubre al toro castigado, la cual mana de las heridas en repulsivos cuajarones, que salpica, tizna y enfanga todo lo que toca, la arena, el traje de luces que ni luce ni alumbra más que una suerte de estocadas, buena parte de ellas fallidas, porque se pincha en hueso, porque el morlaco levanta la cara, porque no humilla, porque en los medios corre el viento, porque se cae, porque busca refugio en las tablas. Al final, la lidia en el mejor de los casos es una estocada limpia hasta la bola, bañando literalmente en sangre al torero, manos cuerpo y cara, ebrio de ferocidad sádica. En el peor, es estocada tras estocada, esperando los avisos de la presidencia, mientras el astado convulsiona entre estertores vomitando esa sangre que lo cubre todo y esperando la misericordia del puntillero. Rebanarle las orejas y el rabo, y exhibir los sangrientos trofeos al respetable que jalea al matador para conseguir tan preciados premios, que son felizmente acogidos cuando el torero lanza los despojos a las gradas, manchando de sangre al feliz espectador afortunado.
Recuerdo a Miguelito, un niño de mi calle, era muy guapo, de tez muy pálida y marcadas ojeras al que le gustaba jugar normalmente solo. Le podías ver cualquier día sentado en el bordillo de la cera, con un tarro de cristal, con dos o tres moscas que observaba obsesivamente como se comportaban, después de haberles seccionado patas y alas.
Siempre me acuerdo de Miguelito cuando paso por La Glorieta, no sé.

Un saludo.