"... Oh gran bastardo, inocúlanos en el torrente sanguíneo, en la piel, en las encías, en el sexo, entre las uñas, en las córneas, en el semen o el flujo vaginal el virus de la cultura. Contágianos a todos o sólo a uno que lo expanda cuando nos toque o nos muerda o nos folle, hazlo gran bastardo, tú que eres el hijo de dios, que quitas el pecado del mundo, tú que todo lo ves envenénanos de cultura, la antigua o moderna, desde Sócrates a Luna, haznos dignos de esa puta enfermedad, divina lepra que nos arranque trozos de libro, cáncer de los cánceres, dolor y escozor y náuseas y vómitos y llagas y costras y heridas y pus. Haz que desaparezcan los apóstoles del miedo, reviéntalos con tus hermosas plagas, todas juntas o barriendo la ignorancia y la ignominia, haz que desaparezcan, gran bastardo, los primogénitos, esos que heredan y nos humillan siglo tras siglo, que nos arrodillan y nos martirizan, mándalos al infierno del gran satanás, no dejes nada de la serpiente, son ellos y sus imitadores, lo sabes, es su codicia la que agrieta nuestra piel y enferma nuestra saliva..."
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