Hay un silencio pegajoso que no me deja respirar. Es violento y ocupa mi cuerpo en ordas de destrucción. Como un mensaje, una medusa del tiempo y del espacio que se deshilacha al tocarme. Hasta la boca me sabe a silencio y cuando vomito la rabia fluye en hilos que me rozan los intestinos y la garganta. Tengo heridas de enjabonarme. ¿Te ha pasado alguna vez? ¿Has deseado rasparte las vísceras para sentirte limpio? A veces pienso que soy otra persona para engañarlo pero se ríe de mí y no para de hacer ruido con sus pegajosas manos, un ruido silencioso, mortecino. Hay un silencio pegajoso que limita mis movimientos. Es tanta mi obsesión que siempre acabo hablando de él. Hablando del silencio sin decir nada.
lunes, 29 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Bufff, qué exactitud...
lo peor, su capacidad de contagio
ánimo, que queda poco para las vacaciones.
Me he dejado envolver por ese silencio...perfectamente definido.besos
calor, calentamiento global, silencio..., desde que has aparecido no paras de quejarte. ¿acaso te estás haciendo mayor?
(eso es lo que me dicen a mí)
Un abrazo y te esperamos en julio, que seguro que hasta en medio de un griterio atronador pillaras algo de fresquito, aunque sólo sea por la desnudez.
Pepe
Tu silencio nos nutre. Mientras tenga únicamente esas intenciones, no es del todo grave. Es pegajoso, sí, pero temo de él que se sienta irremediablemente atraído por un exceso jabonoso... En mi caso, no me suelta hasta que no he conseguido ignorarlo.
Un abrazo
Publicar un comentario