Cuando uno acaba el colegio parece respirar. Un aire nuevo se revuelve en sus pulmones. Un aire de incertidumbre y miedo pero también de futuro, de sueños y adolescencia. Un día al despertarse y mirarse al espejo descubre que los años han pasado como un fórmula uno.Todo ha cambiado, las responsabilidades han crecido en su cuerpo como enredadera y los recuerdos se han acomodado en un lugar prácticamente inaccesible. Pero la vida, esa fuerza extraña, de giros insospechados, a veces retorcidos y otras lisos como el espejo en que nos miramos, abre una puerta que estaba cerrada a cal y canto, y descubre que los recuerdos son parte del cuerpo, que están ahí latiendo en silencio, pero latiendo. Que son materia primigenia de lo que somos y hacemos. Descubre que sigue siendo un niño con el cuerpo más castigado, un montón de cicatrices, heridas abiertas y cerradas en lo más hondo pero también un baúl de piel lleno de experiencias y sensaciones, de sabores y luz, de piel de otros.
El día que la vida abre esa puerta nos paramos en el umbral, respiramos y descubrimos rostros familiares y entre los minutos y las sonrisas se cuelan los recuerdos y las frases, los dibujos animados que compartíamos, los nombres de aquellos que nos tutelaron y de aquellos que faltan. Todo se amontona pero no se confunde. Un río fluye sin frenos inundando el tiempo. No hay prisa, tenemos sólo trece años veintisiete años después. Las preguntas se arremolinan en cascada ¿recuerdas? ¿pero fuiste tú? Hay un velo mágico de ansiedad que cubre los rostros y que se expande con fuerza en cada contestación cruzando el bar, la plaza, la ciudad, el continente. Sí, somos nosotros. Nos reconocemos en la pureza. No hay nada negativo, con trece años sólo hay luz, una luz limpia que aún mantenemos en los recuerdos. “Tú la llevas, dao, te la ligas, pico- pala- puño, Mazinger Z, Don Crescencio, el portaviones, Las Ratas, a la salida en Forjas…”
Toda la ansiedad o incertidumbre se disipa en un momento. Parece que acabamos de terminar una clase y en el recreo infinito dibujamos un lugar desconocido y confortable, lleno de bocadillos y bollos y una voz conocida diciendo ¿me das?
La vida es una buena idea y encontraros unos pasos más adelante algo bellísimo e inimaginable.
4 comentarios:
¡Qué de belleza hay en tus palabras! Tenemos sólo trece años veintisiete años después... Mágico... Y real... Precioso...
muy bonito Oscar... Sí, la vida a veces parece un buen invento
NEGRO CABRON ¿tienes el poder de erizarme la piel?
Veo que esfacil ser un gran tipo cuando se viene de una gran familia...saludos a Manolo y Lourdes. Me hubiera gustado verte el viernes
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